El problema de escuchar a la gente es que hay comentarios para todos los gustos. Claro, unos comentarios los desechas y a otros, le das vueltas y los asumes o los desechas al final. Las personas tenemos la lengua muy larga, los opiniones muy taxativas y la caridad muy corta. Un conocido me hacía el comentario de que su posible pareja, de 90 y 75 años «no le terminaba de gustar, que tenía cosas…». Lo miré, (no lo dije nada, pero lo pensé «Como si él fuera Brad Pitt»), porque las personas pueden tener la cartera muy grande, pero el modo en que desprecian a los demás, lo dice todo.
He ido varias veces a la Costa Brava de vacaciones. En una ocasión tuve un pequeño percance con el coche y vino mi sobrina (40 y 29 años menor que yo para acompañarme, por aquello del «apoyo moral» hasta Gerona, para dar parte al seguro. Un señor español («ave raris» en aquella carretera, llena de alemanes, británicos y otros, llamó la atención a mi sobrina porque me decía «tía» para dirigirse a mí.
«Señorita más respeto para hablarle», «Es que soy su tía». El hombre se quedó sorprendido y callado. Nuestros atuendos «no fornales» y la poca diferencia de edad entre nosotras, le sorprendió.
Eso es lo que llamo «Belleza del lenguaje» No sé si él tuve buenas vacaciones, o si contaría la anécdota alguna vez pero nosotras, sí. El respetase importante.
