Cuando una persona vive en una cuidad grande o pequeña, sabe que la discreción en las conversaciones tienen que ser cuidadosa, no porque se hable de secretos de Estado, sino porque las construcciones urbanas (salvo que vivas en mansiones de gruesos muros), son «de papel» y no es una crítica a los inmuebles, es una realidad. Si no quieres que tus vecinos se enteren de vuestras intimidades, es más prudente no pelearse, y menos, a gritos.
Hay vecinos que no siguen esas reglas y nos comunican sus desacuerdos con un volumen digno de mejor causa. Especialmente suele ser por la noche. Creo que se olvidan del refrán de que «los trapos sucios se lavan en casa». No se trata de ser hipócritas, se trata de ser discretos. Nadie necesita conocer los problemas ajenos, pero llega un momento que te los sirven en bandeja.
El problema se agrava más cuando hay niños pequeños. Estos, por el simple ejemplo de los padres, hablan a gritos, chillan cuando no consiguen lo que quieren o salen a la escalera gritando como si estuvieran encerrados en la casa.
Ya sé que es un problema de educación y convivencia, que yo vivo en una burbuja de silencio, pero es que otros vecinos no tienen esos comportamientos, a pesar de tener también niños. Si les llamas la atención, se molestan y te retiran la palabra, ¿qué será mejor?

Creo que lo mejor es la infiderencia… alejarse y seguir en silencio. Ayer me tuve que salir de un bar,
por las voces que daban los camararos y los dueños… Un abrazo.