Hoy es fiesta, domingo, en las sociedades occidentales el día de descanso semanal. Me asomo a la terraza y veo a las personas pasear sin prisa, disfrutando del día de sol y de la tranquilidad de no tener obligaciones con una hora marcada.
Las familias van juntas…., pasean, los niños piden golosinas…, subir a los bordillos para caminar haciendo equilibrios…, los que son más mayores disfrutan de sus bicicletas, de la velocidad, algunos llevan el casco puesto, otros no. ¿Cuanto vale la cabeza de un niño? Quizás deberíamos ser más conscientes de que el casco no es un capricho, es una necesidad.
En mi terraza se esta muy bien, da el sol primaveral que calienta lo suficiente para subir la temperatura y hacerla agradable. Es un buen mirador.
Me gusta poder observar la vida de la ciudad. Ver como se desarrolla la vida…, como las personas se saludan con la familiaridad que dan las comunidades pequeñas donde todos se conocen, donde el sabor humano todavia se mantiene…, se palpa esa complicidad entre conocidos…, es agradable ver que las relaciones aquí, todavía son «humanas».
Tambien los niños necesitan descansar, a veces, el cansancio les llega en pleno juego como a la niña del dibujo. Esta claro que todos necesitamos un descanso.