Es verano y estamos de vacaciones, eso se nota porque cuando paseas por la ciudad y pretendes sentarte en un velador a tomar algo, no hay sitio, todo esta ocupado.
Me alegro por las personas que trabajan en la hostelería y por las personas que se toman un respiro para charlar con los amigos, disfrutar del tiempo libre, descansar…
Anoche estuve sentada en uno de ellos, estaba con dos amigas charlando sobre diferentes temas. Lo pasamos bien contando pequeñas anécdotas del día a día, riendo por tonterías, recordando… y fiel a mi costumbre, me pare a observar a mi alrededor.
Había muy pocas mesas en las que la conversación fuera animada, en algunas parecía que estaban sentados allí para cumplir con un ritual del verano: «ver y ser vistos, demostrar que salían de casa, tomar algo fuera de casa…», no se, algo poco natural.
Tal vez llevaban toda la vida hablandose de las pequeñas cosas de cada día y por eso se habían quedado ya sin temas que tratar….pero ¿todos? Solamente se animaban cuando algún conocido llegaba, los veía y saludaba, entonces sus sonrisas demostrando que se lo «pasaban bien» estaban en sus caras.
Pensé en la incomunicación entre las personas que comparten su vida, en la soledad rodeados de gente que seguramente es la más dura… y me quede un poco alterada. Esta visto que no se puede pensar tanto.