Difama, que algo queda.

Cuentan que una vez, una dama de alto copete, era admirada por su belleza y su bondad. Su marido la adoraba y siempre que no tenía otras obligaciones, la acompañaba en sus paseos.

Un cortesano, enamorado de su belleza y deseando yacer con ella, tuvo la idea de difamar a la señora ante su marido creándole sospechas sobre su comportamiento. Aunque el marido tenía la seguridad de que le era fiel, el cortesano creó dudas en su corazón aquel, incluso llegó a pensar en repudiarla.

IMG_20171216_185157.jpgEl cortesano, arrepentido ante la magnitud de su calumnia y el posible castigo si no confesaba y se sabía la verdad, confesó al noble la falta y pidió perdón a la dama.

Esta, tomando una jícara de aceite la arrojó por el suelo  de madera que se extendió con rapidez y le dijo al cortesano «Ahora, recógelo».  «Señora, no puedo, la madera se impregnó con el aceite y no se puede limpiar». «Eso es lo que has hecho con mi buen nombre, mancharlo sin que pueda volver a quedar limpio».

Cuando leo bulos, medias verdades y opiniones interesadas que manchan a otras personas, me viene a la memoria el cuento del aceite, el suelo de madera y el buen nombre de las personas.

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Categorizadas como acuarelas

Por tinteroypincel

Me gusta la Naturaleza, la literatura, el dibujo, la pintura y los niños. Estar con mis amigos y contar historias, reír y hacer un pocos más fácil la vida a los demás.

10 comentarios

  1. Eso ocurre, lamentablemente, mucho más de lo que se cree. Y al margen de que no se puede limpiar, ya no se trata solo de lo que puedan ver o creer los demás, el gran daño es el que se produce interiormente; el que sufre la persona difamada.
    Un abrazo

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