Nos hemos ido a la playa. No estoy ni en contra ni a favor de las vacaciones estivales, pero creo que la playa está demasiado sobrevalorada para las personas del interior, es decir, que si no vamos a la playa parece que no tenemos vacaciones.
Si lo pensamos con tranquilidad, pasar unos días en un apartamento donde el frigorífico no termina de enfriar, las camas resultan estrechas o duras, el sofá no es de tres plazas como decía el anuncio o la «terraza» es un balcón interior, no son vacaciones.
Por otro lado, vamos como auténticos «camellos» cargados con las tumbonas, la sombrilla, los juegos para los niños y demás objetos, a pasar cuatro o cinco horas bajo un sol de justicia (porque hay que ponerse morenos) y pagar por un refrigerio en el chiringuito una cantidad que no corresponde con la calidad esperada…, pero claro, ya que estamos de vacaciones, no vamos a acarrear también con la nevera.
Comprendo que algunos negocios «hagan su agosto», que hay que animar el consumo y potenciar el comercio pero ¿solo a mi costa?, creo que hay un desequilibrio entre la oferta y la demanda…, pero no hay problema, el año que viene, volveremos otra vez.