Todo el mundo puede sentir miedo o prevención para hacer actividades grupales, está claro, y más aún cuando estamos con la incertidumbre de saber qué podemos hacer y qué no, el número de participantes, las distancias, etc.
Eso de los confinamientos no lo tenemos claro porque nos los cambian de hoy para mañana, pero lo que resulta sorprendente es que no queramos hacer una actividad grupal (donde las distancias y protocolos son muy estrictos) pero nos vayamos a tomar un café con las amigas donde las mascarillas «bajan la guardia» para beber o comer alguna bollería.

No estoy criticando a nadie, yo también me puedo dejar llevar por la rutina, simplemente me sorprende la incongruencia de nuestro comportamiento.
No vamos a una actividad reglada (que tienen buen cuidado los organizadores de mantener los protocolos y que no se contagie nadie, por lo menos dentro de las instalaciones) pero vamos alegremente a un mercadillo callejero, nos paramos a charlar en la calle sin la distancia conveniente o hablamos a gritos…, ¡si no estamos sordos…!
¡No hay quien nos entienda!.
Y es, exactamente eso: Incongruencias… de los que mandan y ponen y quitan las reglas al antojo de sus intereses no del bien común. Un placer leerte, como siempre.
Gracias amiga. Un abrazo.
Comparto tu opinión. Tampoco entiendo que se cierre un parque donde puedes pasear (obviamente al aire libre) sin aglomeraciones, porque siempre será menor el riesgo que tomando unas cañasen la terraza de un bar sin mascarilla. Vivimos tiempos de incongruencias.
Es que «el que manda, manda, aunque mande mal», dice el refrán.