Sabemos que en las culturas orientales los ancianos son respetados como fuente de saber, de conocimientos y todos los componentes de la familia amplia, hijos, nietos, sobrinos, etc. se esfuerzan en atenderlos, escucharlos e incluso, reverenciarlos, aunque parece ser que eso esta cambiando en algunos países por las influencias de la cultura occidental.
Aqui, los ancianos no son tal, se les llama viejos, no se les escucha «son tan pesados siempre con las mismas historias», como no pueden seguir el ritmo de nuestras vidas jóvenes y ocupadas los aparcamos en Residencias aunque esto, últimamente se esta acabando, no porque nuestro respecto haya aumentado sino porque necesitamos sus pensiones para poder llegar a final de mes…, así que los traemos a casa nuevamente y allí los tenemos, aunque su influencia en la vida familiar pesa muy poco.
Estoy hablando de ancianos o «personas de la tercera edad» que se valen por sí mismos y que en ese caso, aportan no solamente sus pensiones a la familia que los vuelve a tener en casa, sino que también realizan tareas como ir a recoger a los nietos al colegio, llevarlos al parque…, etc. Etc.
¿Es inservible o decadente un arbol porque ya no sea joven? ¿Acaso no sigue teniendo belleza en su vigor, en sus ramas retorcidas, en su historia? ¿acaso no sigue sujetando la tierra contra la erosion con sus raices centenarias? En nuestra sociedad nos estamos perdiendo un montón de cosas que los mayores nos pueden aportar, su experiencia vital los hace muy valiosos porque nos pueden dar ideas de como poder superar estas situaciones tan complicadas que estamos viviendo en las que la inseguridad en el trabajo y los recursos cada vez más limitados de las familias obligan a organizarse y distribuir los recursos de forma equilibrada, porque viejo no quiere decir inservible del mismo modo que anciano no siempre quiere decir sabiduría. Sabiduría es cuando saben extraer lo mejor de sus experiencias pasadas para buscar soluciones a los problemas actuales, cuando aportan ideas para la vida diaria y si los escuchamos, veremos que la mayoría de nuestros mayores, detrás de sus «batallitas», están cargados de sentido común y de sabiduría.
Hay una coplilla que dice:
«Donde no hay niños faltan cariños, donde no hay viejos faltan consejos ¡pobre casa donde no hay niños, donde no hay viejos».