Hoy a salido el sol, asi que me fui a pasear. En el mangalé, (nombre que se da en los pueblos del Pirineo, aqui en Aragón, al banco de piedra adosado a las fachadas de las casas, normalmente en la cara sur, para tomar el sol) estaban sentados los abuelos. Charlaban de sus cosas. Siempre me gusta verlos, sus caras, llenas de surcos, reflejan serenidad y sabiduría, se nota que son personas que han pasado mucho antes de llegar hasta aquí…
Sus manos, unas veces temblorosas y otras en cambio firmes, han llevado mucho trabajo y pocos mimos, esos mimos que las personas de la ciudad nos damos. En cambio ellos, con su trabajo a la intemperie, llevando a los animales a pastar o yendo al campo…, sus manos también hablan.
Muchas veces están en silencio, no hablan entre ellos, simplemente dejan que el sol caliente sus huesos. Cuando pasas y saludas te contestan, aunque no seas del pueblo, aunque no te conozcan, es la costumbre de la pequeña comunidad, donde se pueden necesitar unos a otros, donde no se ha perdido la buena educacion ¡Que distinto de las grandes ciudades donde ni siquiera conocemos al vecino del piso de arriba!.
Los inviernos son duros en estos pueblos pequeños, a veces, bajan con los hijos que viven en la ciudad, pero otras prefieren que sean ellos los que suban los fines de semana. Porque en los pueblo del Pirineo, en la montaña, no se dice que se va o se viene, se dice que «se sube o se baja». Es lo lógico.
Si no has estado en el Pirineos aragonés, te lo recomiendo. Disfrutaras.
Me encanta el Pirineo aragonés, suelo subir casi todos los veranos. Gracias por acercarme otra vez hasta aquellos pueblos con tu relato. Un saludo!
Si lo conoces, ya sabes que siempre serás bienvenida.