Siempre se consideró una artesanía antigua, las mujeres en las poblaciones pequeñas, después de terminar sus tareas domésticas, se sentaban a la puerta de sus casas a hacer labores y las más habilidosas hacían encaje de bolillos. Claro que eso pasaba cuando no había televisión, ni internet, ni esas cosas que hoy día tenemos, por eso se considera que hacer encaje de bolillos es de mujeres mayores.
Pero eso no es real, en muchas ciudades españolas y extranjeras, hoy en dia, hay muchas mujeres que emplean su tiempo libre en hacer auténticas obras de arte con el mundillo (nombre que recibe el cojín o almohadón sobre el que se trabaja) las plantillas, el hilo, los alfileres, mucha paciencia y habilidad. De hecho, hay muchas asociaciones por todas las ciudades de España y en otros países de Europa que cuentan con asociaciones de encajeras. ¿Quien no ha oído hablar del encaje de Brujas, la ciudad belga?
Siempre me ha gustado verlas con la rapidez que manejan los bolillos, como trenzan los hilos sin equivocarse, como son capaces de interpretar los dibujos de las plantillas y el magnífico resultado que consiguen: auténticas obras de arte.
En una sociedad donde las prisas tienen su mejor prensa (el más rápido aunque nos sea el mejor es el más valorado) el emplear el tiempo en hacer encajes para adornar unas prendas tanto personales como de ajuar doméstico parece un poco ancestral. Pero esas mujeres que hacen eso, están haciendo de su tiempo libre una fuente de riqueza, no sólo para su propio ego, ya que se sienten bien al hacerlo, sino que también crean riqueza al realzar el valor de las prendas y convertirlas en únicas.
Por otro lado, no debe ser demasiado fácil realizar dicha artesanía, porque cuando los políticos quieren decir que algo les ha costado conseguirlo ( un acuerdo, cuadrar unas cuentas, logran un equipo o comisión, etc.) siempre terminan diciendo que «han hecho encaje de bolillos», por algo será.