Tengo la suerte de vivir en un piso y la vecina de arriba toca el piano. Digo que toca el piano porque lo hace de una forma magnífica, respeta los horarios de los demás vecinos y rara vez esta más de una hora tocando.
Me agrada mucho oirla. Lo hace muy bien e incluso, cuando ensaya una pieza nueva, es agradable escuchar como insiste en unos compases concretos cuando se le resisten.
Dicen que la música amansa las fieras, no me considero tal pero reconozco que me relaja. También es cierto que la música aleja la tristeza y según nuestro estado de ánimo podemos elegir un tipo de música u otro. Posiblemente el hombre la invento para no sentirse sólo, para manifestar sus emociones, sus estados de ánimo, sus ilusiones…
Cuando veo pasar a algunos conductores con la radio de su coche a tope, las ventanillas bajadas y conduciendo «una discoteca con ruedas» me pregunto si realmente están escuchando música o se están aturdiendo con el ruido para no oír su ruido interior. Esa música sincopada, estridente, repetitiva me parece lo contrario de lo que para mi es la armonía, la base de toda la música.