Dicen que, antiguamente, cuando alguien daba su palabra no dudaban de que aquello tenía valor, era como una firma en un documento. Tal vez porque la gente no sabía escribir o porque tenian mayor formalidad y su palabra empeñada en cualquier tipo de actuación (contrato, cita, negocio, etc.) era tan sangrada como una promesa imposible de no cumplir. La base de todo aquello era la confianza mutua y por eso la palabra era tan respetada.
En la actualidad no sólo la palabra, incluso la firma, tienen muy poco valor y la gente no se para a considerar seriamente que su palabra dada es lo único que realmente tienen, su valor como personas.
Cuento todo esto porque he vivido durante años en una gran ciudad donde nadie conoce a nadie y donde nadie se fía de la palabra dada.
Mi sorpresa fue aqui en una ciudad pequeña, llegue a una joyería, deje una sortija para engarzar una piedra, tomaron mi nombre, mi teléfono…, pero no me dieron justificante del depósito de la joya. Cuando fui a recogerla, el joyero me dijo que : » había hecho el arreglo con prisas y que no estaba a su gusto, pero que como se había comprometido a entregármelo en esa fecha que me lo llevara y que cuando el volviera de vacaciones, lo terminaba de forma adecuada…» «¿Cuanto es?, NO, llevesela y cuando la termine definitivamente me la paga»… me la lleve sin ningún tipo de resguardo…
Me sorprendió gratamente, la palabra dada volvía a tener valor (no me conoce de nada, no tiene mi dirección, no tiene ninguna manera de localizarme si no vuelvo y la pago)
¡Ole a la palabra dada! No, no vivo en «el país de las maravillas», vivo en un lugar donde palabra sigue teniendo su valor.
La palabra dada aun tiene valor. Claro que si.
Excelente entrada.
Saludos.
Gracias amiga. Un abrazo.
Muy buena tu entrada, hace tiempo te escribí y me acabo de dar cuenta que no se publicó, el móvil me hace cosas raras..
No se tiene que perder este valor, es lo que nos convierte en seres más civilizados.
Besos
Totalmente de acuerdo. Pero nos estamos «desnaturalizando». Un abrazo.