He cruzado España en el coche, tranquila, parando en lugares que no eran turísticos pero en los que me apetecía conocer a sus gentes. He ido desde el Sur hasta el Norte.
Paré a desayunar en un hostal a las afueras de un pueblo. Lo bueno de viajar sola es que tu silencio te permite oír las conversaciones ajenas aunque no quieras y puedes conocer lo que piensan las personas cuando creen que nadie ajeno les escucha.
Allí había un hombre que contaba: «Yo cuando era chico tenía un pico de estómago sin estrenar. Nunca le había entrado comida hasta allí. Cuando fui a Madrid lo estrené, pude comer todos los días. Trabajé mucho, pero comía. Fueron años duros pero salimos adelante.
Con los ahorros que fuimos juntando mi mujer y yo, empezamos a arreglar una casita que mis suegros tenían aquí en el pueblo y que le dieron a mi mujer. Ahora que me he jubilado nos hemos vuelto a vivir aquí.
Yo, que nunca me he metido con nadie ni me he visto en juicios ni cárcel, ahora me están liando. Me piden documentos, permisos y demás papeles porque dicen que la casa que heredó mi mujer es ilegal. ¡Pero si tiene más de 100 años, cómo va a ser ilegal!»
Me quedé pensando. A veces, «alguien» se dedican a buscar «los tres pies al gato» para sacar réditos y tributos.
No hay nada como viajar en coche por España y pararse en esos pueblos donde se para el tiempo… Me encanta tu dibujo. Un abrazo.
Gracias amiga.