«Hablar sin pensar es como disparar sin apuntar». Tenemos la costumbre de hablar delante de nuestros hijos pequeños como si ellos fueran sordos pero no lo son, y a veces, nos ponen en unos compromisos bastante importantes. Recuerdo uno que protagonicé en mi infancia, ese momento de ¡trágame tierra! por parte de los adultos y que yo no entendí en aquel momento.
Mi madre comentaba con mis hermanas mayores (todas me superaban en más de 12 años, yo era la más pequeña), que esperaba una visita. Se quejaba de que «hablaba por los codos» y que la mareaba un poco.
Yo esperé a la visita con entusiasmo para ver aquel fenómeno y me senté muy cerquita de ella sin quitar ojo. La reunión transcurría y mi madre me insistió varas veces en que me separara de la señora en cuestión a lo que yo le dije muy defraudada: «mamá me has dicho que esa señora habla por los codos, pero yo veo que habla normal».
No recuerdo que pasó luego, ni las consecuencias que tuvo para mí aquella ocurrencia. Creo que la señora no volvió por mi casa.
Me he reído de verdad, y me hiciste recordar momentos parecidos… Un buen ejemplo.
Feliz domingo! Besos.
Es que los niños tienen esas cosas…, abrazos.