Hacía calor, unos 30 grados, así que decidí subir en ascensor desde el garaje hasta la vivienda (son seis plantas). Al llegar a la planta calle, entraron cuatro personas más, dos adultos, una adolescente, todos ellos «lucidos»(por no decir gordos) y una niña de unos 3 años, menudita.
En esa planta se quedaron algunas personas más de la misma familia porque no cabían. ¡menos mal! Bien, el ascensor subió hasta mi planta pero en el trayecto a la adolescente se le ocurrió darle otra orden y, por primera vez en mi vida, me quedé colgada en un ascensor.
Los gritos de los adultos avisando a sus familiares para que llamaran al servicio de asistencia y los gritos de estos diciendo que sí, los juramentos, los «se van a enterar cuando me saquen»…, tuve que pedirles que dejaran de moverse porque estábamos colgados en una caja sobre un vacío…, creo que entendieron… (ninguno era «peso pluma»)
El tiempo pasaba y podéis imaginar el calor que hacía dentro, cómo se empañaban el espejo y las paredes con nuestras respiraciones, transpiraciones y nervios. Tuve que volver a decirles que cuanto más se movieran más calor tendrían… Así pasó el tiempo entre juramentos, maldiciones y similares. Por fin llegó el técnico, nos localizó y abrió la puerta…, estábamos entre dos plantas.
Cuando se vieron fuera, ni amenazaron, ni gritaron, ni…, ya no tenían que demostrar que eran «machos alfa»… Es curioso observar cómo las personas pueden «perder los papeles» ante situaciones inesperadas.
Era la primera vez que me pasaba sin embargo, estaba tranquila. Si se había hecho aquello que pudiera solucionar el problema y ya no había más opciones que esperar: ¡quédate esperando y confía en el trabajo de los profesionales…!, se consciente de la situación y el riesgo y procura mantener la calma porque con los gritos, juramentos, maldiciones y cosas similares lo único que creas es más ansiedad y nerviosismo.
Creo que esa familia tardará en subir otra vez en este ascensor.
Gran escrito!… Muy elocuente… Sobre todo el desenlace. Un abrazo. Aquileana 😀
Gracias. Lo cierto es que salimos todos bien, sudados, pero bien 😉😉😉. Un abrazo.
Bonita situación para calibrar la reacción personal ante situaciones parecidas. Respecto a tus compañeros de aventura, estando «lucidos» les vendría bien no usarlo pero pienso que podrá más el amor al riesgo que el amor al deporte.
Jajaja, bueno, tal vez ahora se planteen por algún tiempo cuantos se suben a la vez… Saludos.
Ciertamente cuando afrontamos situaciones límite es cuando empezamos a conocernos. Estuviste genial.
Bueno, alguien tenía que poner el punto sensato ¿no? Porque lo de moverse me pareció de niños de jardín de infancia…, saludos.
Una mala experiencia que suele suceder de cuando en cuando; nada tiene que ver con el peso de las personas que iban en el ascensor. Un abrazo y me alegra que estén bien. H.
Gracias. Comentaba el peso-volumen por la falta de espacio que significa en un sitio tan reducido…, un abrazo.
Un buen relato. Me gustó mucho.
Real como la vida misma. Un abrazo.
Horrible, no?.
jajaja, ya pasó.
Yo me muero. Es más, conociéndome me hubiera bajado al subir ellos. Yo aprisionada? ?? Qué va, qué va.
jajaja
No me ha pasado nunca, pero me aterra solo pensarlo. Y creo que no mantendría tu envidiable calma, jejeje
No quedaba otro remedio, el cupo de histéricos ya estaba completo…, jajaja