Yo nunca he tenido un pueblo, yo nací en la ciudad y solamente he ido a algún pueblo como «la forastera de casa nuestra», vamos, que era una persona ajena al pueblo pero que pasaba allí mis vacaciones. Esos benditos pueblos en los que las personas se han refugiado para pasar las vacaciones cuando no podían salir a sitios exóticos.
Mi pueblo «prestado» estaba en el Pirinéo aragonés, eran unos 200 vecinos y mis padres me enseñaron a saludar a todos los vecinos dándoles los «buenos días». Era una comunidad pequeña que tenía muy en cuenta cómo te comportabas, lo que hacías y a dónde ibas. Eso me enseñó muchas cosas que me sirvieron para mi vida adulta…, porque siempre había alguna ventana desde la que podían mirarte…
Las puertas de las casas estaban siempre abiertas y si querías llamar, dabas una voz diciendo «señora» (aunque conociéramos el nombre de la dueña). Normalmente, los hombres estaban en el campo, así que lo normal era preguntar por la mujer para darles algún recado, pedirle alguna cosa o preguntar algo. Las puertas solo se cerraban por la noche
Éramos bien recibidos y nunca tuvimos ningún problema de convivencia, entre otras cosas porque en mi casa nunca se presumía de nada y se colaboraba en la vida comunitaria. Eran otros tiempos donde la educación y las buenas maneras todavía se usaban.
Qué hermoso lo que cuentas del pueblo que visitabas cuando eras niña. Por el contrario, yo soy de pueblo y me fui a la ciudad. Y no lo pasé tan bien como tú,
pero mereció la pena. Hermoso dibujo el que nos regalas. Gracias, mi abrazo y
cariño.